EN EL SUEÑO

Deberías dejar de aparecer en mis sueños. Dejar de encontrarnos con tal deseo y desvergonzamiento que nos tiremos sin prejuicios ha hacerlo ahí mismo. En el sueño.

Musa de la Glíptica

¡Últimamente estoy siendo breve! Eso sí, he actualizado bien rápido desde la última vez. De nuevo... Besitos de colores… ¡Nos vemos y nos leemos!

SOBRE UN LIENZO

Pintando recorrió todo mi cuerpo.
Sobre el lienzo, dio una pincelada más y se me erizó el vello.


Musa de la Glíptica

Tengo ganas de volver a oir palabras de amor hacia el arte. Hacia el arte de verdad y no lo que hoy en día se conoce como tal. Besitos de colores… Una vez más ¡Seguiré escribiendo!

CALIGYNEFOBIA

Cada cuarto femenino que visitaba tendía a ser una copia inexacta del anterior. Muebles colocados en distinta posición y variedad de tamaños de habitación era lo único que los diferenciaban. Luego estaba aquella esencia que debe de tener el dormitorio de una mujer. Su esencia era rosa, aunque no lo fueran las paredes (¡Y rara vez aquella en que no lo fueran!) y ordenada (Hasta la más caótica colocación parecía seguir cierto orden y control).

Caminaba con aspecto desganado y poca elegancia. Reía abiertamente a nivel alto con sus amigas haciendo se notar entre las demás. Sin embargo no me costó gran cosa imaginarme acomodándome sobre ella en su dormitorio de esencia rosa y ordenada.


Frente a su escritorio, un enorme corcho teñido de azul el cual había sido convertido en un universo posicionando sobre él idénticos alfileres perlados falsificando algunas constelaciones conocidas y otras que nunca me había aventurado a conocer.


Uno se cree distinto al resto y lo corrobora buscando en uno mismo pequeñas manías y costumbres injustificables. Me agrada más encontrar diferencias que similitudes con el resto de la humanidad. Aún así nunca me he considerado – Demasiado – especial.


Avancé en su habitación y se preocupó por mi comodidad ofreciendo alguna distracción como podía ser la música. Acepté. Con poco disimulo y precaución se agachó a enchufar el equipo musical. Desvié la mirada hacia el escritorio cuidando así no ser tentado de mirar más allá de lo que aquella falda podía tapar.


Pude oler el descontrol en el perfume de cola blanca. Sobre la mesa una carpeta en proceso de decoración. Cuidadosamente colocadas en la carpeta (Y pegadas en ésta) alas de todo tipo de mariposas arrancadas de cuajo con cierta delicadeza. Un tarro con media docena de lepidópteros junto a un bisturí de cirujano me hizo pensar que se trataba de artesanía pura de una mujer de pocos escrúpulos.


El decadente principio de “Le Moulin” (Composición que me inspira a superación ó resurrección… Aún no lo tengo claro) de Yann Tiersen irrumpió en el cuarto evitando la prolongación de aquellos segundos de incómodo silencio. Era una canción bastante acertada para la ocasión. Aunque empiece con notas inquietantes a los pocos segundos se torna en una melodía agradable. Esperaba que ella fuera igual.


Me ofreció algo de beber. Acepté (Pues lo necesitaba). Me senté sobre la cama a esperar a mi anfitriona descubriendo entre las sábanas la existencia de un grueso álbum de fotos titulado “Año 2008”. Al principio todas las fotos me parecieron iguales – La misma ventana fotografiada desde el mismo ángulo – tan solo variaban las fechas (Una imagen diaria). No tardé en descubrir que no era la ventana la protagonista de la colección si no el cielo. Descubrí las estaciones del año en aquel álbum de fotos.


Todo un año fotografiando el cielo desde el mismo lugar. Tenía cierto encanto y misterio aunque el absurdo pudo con ambos. Entro en la habitación con una bandeja ocupada por dos vasos de cristal, y dos botellas; Una de batido de chocolate y otra de absenta negra (¡Absenta!). Me dio a elegir y evidentemente me quedé con el batido de chocolate. Apoyó la bandeja sobre el suelo y se marchó con la botella de absenta sin previo aviso.


Me tumbé sobre la cama, procurando no encontrar ningún otro objeto peligroso entre aquellas sábanas. Me pregunté qué cuanto tiempo nos llevaría conocernos lo suficiente como para empezar el acto (Al fin y al cabo era el único motivo que me había traído hasta aquí). Luego me pregunté qué tipo de chica sería aquella en la cama, me costó imaginarlo. Dejé de pensar, pues mis pensamientos se fuero volviendo una y otra vez más lujuriosos.

Y entonces entró ella. Se quedó un tanto perpleja al verme acomodado sobre su cama. Sin hacer ni el más mínimo comentario se sentó en una esquina de la cama junto a mis zapatos agarrando fuertemente su vaso de batido con ambas manos. No supe que decir. Miré al techo y me percaté de que éste había sido decorado con miles de frases cortas. Releí un par de ellas. Algunas estaban en ingles, otras en alemán y la mayoría en español.


“Son letras de canciones” Me explicó. Lo más intrigante había sido de qué forma había escrito aquellas frases por el techo que no era ni muchos menos nada bajo. Leí un par de frases en voz alta para sorprenderla o evitar más silencio y pocos segundos después la tenía tumbada a mi lado.


Le acaricié el pelo, más no sentí nada. Gire la cabeza para mirarla a los ojos, no eran los más bonitos que había visto, pero sí fue la mirada con más fuerza. Describiría a aquella chica como puro misterio y peculiaridad. Me vi vacío mientras acariciaba esa melena incapaz de sentir ni la más mínima calidez. Me creí incapaz de sorprenderla, y noté como mi deseo de acostarme con ella se apagaba, no tenía nada que ofrecerle. Su mirada empezó a causarme miedo. Mi mente corría a lo lejos, deseando huir de aquella casa, de aquella niña maniática. Y sin embargo, mi cuerpo la besaba.


Salí de aquella casa a la mañana siguiente, abandonándola entre sus mentoladas sabanas. Decidí que no quería verla nunca más, odié el haber experimentado sentirme tan simple y vacio cual muñeco de trapo. No quise conocer de sus sueños, que tanto podrían haberme enseñado o impresionado. Caminé hasta mi casa, y abrí las puertas de par en par, llenado los pulmones del aroma de aquellas paredes impregnadas de – Normalidad.


Estaba cansada de la misma experiencia, aburrida de que la gente la temiera. Se levantó de la cama dejando que las sábanas la desenvolvieran hasta caer en el suelo. Se situó en el centro de la habitación para montar una escalera plegable, mientras sostenía en su mano una paleta usada y un pincel. Subió los escalones a dar un par de pinceladas y humedeciendo la pintura con saliva, trazó entre suspiros unas cuantas palabras dotando su techo de un nuevo mensaje; “Opend mind for a different view (Metallica)”

Musa de la Glíptica

Besitos de colores a todos y todas… ¡Nos vemos y nos leemos!

ENTRE ESCONDITES Y LLAMADAS

Asomada desde el balcón de mi tercer piso, inclinado mi cuerpo sobre la barandilla, la buscaba recorriendo la envejecida acera que debía haber bajo el edificio. No la veía, tan solo oía el traqueteo de su maleta de ruedas por aquel pedrizo pasillo.

Las calles estaban mojadas, y grandes charcos se formaban por aquella avenida principal dónde debían pasear en carros de caballo los turistas. Miré el celeste, que quiso disimular su culpabilidad frente al desorden mostrándose con un tono azul cielo.


Dejó de sonar aquel traqueteo éntrela multitud de sonidos de la calle, y percatándome de ello, volví a mirar abajo, y la vi, de pie frente aquel paso de peatones, con la cabeza bien alta miraba de un lado a otro, esperando que se encendiera aquel muñequito verde que le cedía el paso según el código de circulación.


Aquellas gafas de sol le tapaban media cara. Durante la espera, abrió su bolso y sacó un paquete de tabaco, del cual sacó un cigarro negro, sabor chocolate. Observé por última vez la seguridad de sus gestos mientras se encendía aquel vicio contaminante. Al mismo tiempo que le daba una calada, la palpitante luz naranja de aquel semáforo se tornó a rojo logrando la detención de varios vehículos. Permaneció de pie durante unos segundos.


Entonces giró la cabeza. Me miró a través de aquellos enormes cristales negros, y como si conociera mi mayor deseo en aquel preciso momento, me dedicó una enorme calada expulsando hacia mí lentamente el humo de su garganta. Torció la esquina y la perdí de vista.


Sin cerrar la puerta volví a mi habitación, dando permiso a que el viento entrara e hiciera bailar mis cortinas blancas. En la mesilla de noche descubrí uno de sus oscuros paquetillos de tabaco, arrugado y terminado, pero no vacío. Cuál fue mi sorpresa al abrirlo y encontrar dentro una china de hachís envuelta en un billete de veinte euros.


¡Clock! Es un buen sonido para una puerta que no se cierra con brusquedad a pesar de las prisas. Aferrándome a la barandilla para no resbalar mientras bajo los escalones de dos en dos a paso largo llego hasta el portal de mi edificio y lo abandono trotando hacia la estación de autobuses la cual no se encuentra demasiado lejos. Recorro un par de calles en zigzag a paso ligero, casi corriendo.


Me abro paso entre la gente que pasea a lo largo de la calle mayor. A la derecha de los coches que cruzan la carretera un par de niños juegan peligrosamente con la raqueta. Un mal rebote de la pelota hace que ésta resbale debajo de un coche adecuadamente estacionado, golpeé un gato negro que sale disparado de su escondite ante tal espanto. El gato se cruza con una mujer mayor y supersticiosa, la cual mal pronuncia un ¡Oh! Agudo y seco, Y en un momento de desconcentración tropieza conmigo. La ayudo a levantarse y continúo andando.


Llego, pero llego tarde. Busco ansiada la ventanilla titulada “DAMAS” me adelanto a varias personas que me acusan con miradas severas y pregunto la hora de la última salida hacia Málaga. Queriendo creer que cinco minutos no es tiempo, me acerco hasta el andén número quince que de alguna forma acusadora se muestra inmenso y vacío.


Me siento en el banco tratando de recapacitar sobre los últimos veinte minutos de mi vida. Fijando la mirada en varios puntos de la estación y a la vez no viendo nada. Montones de imágenes se forman en mi cabeza. Imágenes que siempre acaban con su última calada. Pasa un autobús amarillo frente a mí, y desconcentrándome de éste modo de aquel muro que me tenía tan abstraída me decanto por buscar su número en la agenda del móvil y la llamo.


Me ilusiono durante los tres primeros pitidos de espera y me decepciono ante la señal de alguien que desde el otro lado ha cortado. Y suena la tercera canción de aquella banda sonora de una película que habla de la vida de un payaso. Y en la pantalla de mi pequeño aparato tecnológico visualizo las cinco letras que forman su nombre. Descuelgo y le hablo. Y por fin le digo todo lo creo sentir, eso y que se había olvidado una china envuelta en un billete de veinte euros.

Musa de la Glíptica

Besitos de colores a todos y todas… ¡Nos vemos y nos leemos!

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