DOMINGO DE RAMOS

Domingo de Ramos; domingo al fin y al cabo. Hoy hace una semana desde que decidiste desaparecer de mi vida, y en cambio no hay forma de hacerte desaparecer de mi mente. 

Esta mañana, nada más de regresar de sacar a mi perro a la calle para que hiciera sus necesidades matinales, me he puesto un disco de meditación. Pensé que quizás esto podría ayudarme a recomponerme. Dicho ejercicio consiste en seguir mentalmente las instrucciones de una voz femenina que te explica cómo un rayo de luz blanca se cuela en tu cuerpo a través de tu cabeza y va descendiendo empujando así todos tus males hasta que desaparecen, expulsados fuera de tu cuerpo, a través de la planta de los pies. Con dos cojones. Y tú repites; “Yo siento la Paz… Yo siento la Paz… Yo tengo la Paz… Yo tengo la Paz… Yo soy la Paz… Yo soy la Paz…”. A los diez minutos he tenido que dejar de sentir, tener y ser la Paz para salir de mi habitación y cerrar todas las ventanas de mi casa para dejar de escuchar la puñetera Semana Santa. Es lo que tiene vivir en el centro de una ciudad Andaluza; chuparte todo el jolgorio, incluido el religioso. He reanudado la sesión y he deseado que dicha pausa no interviniera en mi ejercicio de relajación. El resto de la hora lo he pasado sin poder concentrarme; pensando en si debería haber empezado la meditación desde el principio tras el parón o si repetir el ejercicio conociendo ya el comienzo me haría perder el interés y por tanto no lo estaría realizando correctamente. Así pues, me he dado cuenta de que por mucho que lo hubiera deseado, sí: Dicha pausa me había perjudicado en mi ejercicio de relajación al no haber hecho otra cosa que pensar en ella.

Después he terminado de cambiar la distribución de mi cuarto; tarea que había comenzado el día anterior – Ayer, sábado – al haberme percatado de que durante los últimos meses había estado durmiendo mirando hacia el norte. Me pregunté si mi suerte hubiera sido otra de haber cambiado mi cama antes, si tú aún seguirías conmigo si todos estos meses hubiera dormido mirando al sur. Probablemente no, pero bueno; pero por si acaso y por renovar, ahora descanso en dirección Sureste, que según el Feng Shui me va a venir de puta madre.

¿Sabes? Desde que te fuiste tengo una extraña fijación por empezar de cero; he cambiado mi Facebook, mi DNI, mi cuarto… Y hasta mi look. No me maquillo, no me peino, no me arreglo; llevo toda una semana vistiendo chandal o pijama. De hecho, es el primer fin de semana que paso entero en pijama. Me pregunto por qué la acción – Deambular sin rumbo por casa con zapatillas de peluche, pijama y bata se asigna a una personalidad depresiva, con lo cómoda que está una en zapatillas de peluche, pijama y bata deambulando, quejándose y llorando por las esquinas. Jodidos prejuicios.

He cogido mi guitarra y he tocado cuatro de los seis acordes que he aprendido a lo largo de esta semana. Sí, estoy aprendiendo a tocar la guitarra, que por cierto – la he llamado Ilargia. Tú te marchas y yo te sustituyo por una caja de madera con seis cuerdas con la que puedo reproducir sonidos tan desagradables como tu ausencia.

El resto de la mañana la he pasado viendo la televisión alemana. Con “alemana” me refiero al canal, no a la marca, por mucho que la comprara en el Lydl. La marca la desconozco, pero probablemente sea de fabricación Coreana, China, Taiwanesa o de cualquiera de esos países donde sus habitantes miran así, como sospechando. Pues bien; he mirado el televisor, con un montón de personitas que hablaban en una lengua extraña durante todo un programa y dos películas. Pensé que podía enriquecerme culturalmente y aprender el idioma, pero sinceramente no me he enterado de nada, con lo cual tan solo he enriquecido mi cuerpo con las calorías que no he gastado el tiempo que he estado tumbada.

Me han llamado mis amigos; Carmen y Eugenio. Hoy había una exposición en un bar que tú no conoces que se llama “Come Discos”, que está donde estaba el antiguo “Drunk-O-Rama”, bar en el que estuve hace mucho tiempo con tu hermana, pero que desconozco si te llegué a llevar a ti alguna vez o si alguna vez estuviste con otra gente. Pero no he ido. No he ido porque probablemente estaría lleno de gente desprendiendo alegría, porque en una inauguración de una exposición siempre va a haber gente alegre que bromean, se divierten y se emborrachan. Eso en las exposiciones que se hacen aquí en los bares de Málaga. Luego están las exposiciones que aparecen en las películas, en las galerías de Manhattan; allí hay gente elegante, guapa y sofisticada – con comentarios ingeniosos y facilidad para ligar y enamorarse en una primera cita con otra gente elegante, guapa y sofisticada.

Lo que no se ven en las inauguraciones ya sean de Málaga o Manhattan es gente que el día anterior parecía estar bien comprando en el Supermercado, hasta que echa a llorar cuando va a escoger la fruta. Sorprendiéndose a sí misma y a cuantos la rodean, secándose las lágrimas en el pasillo de los congelados deseando no haber sido vista por su madre que anda sumergida en la lista de la compra o el encargado de seguridad que me persigue descaradamente por todo el local porque voy vestida con un chandal.

Así pues he pasado la tarde pintando muebles de color turquesa, que es lo único que no me recuerda a ti, porque que yo sepa es mi color favorito y no el tuyo. Y como no me has llamado en todos estos días, ni me has contestado ninguno de mis WhasApps, dudo que ahora lo hagas para informarme de algo que me haga odiar el color turquesa; y si lo haces; mereces morir, porque he estado utilizando la técnica de pintura a la tiza e Annie Sloan: Chalk Paint que está muy de moda y no es nada económica – además que a parte de la lata de pintura, hay que comprar el Furniture Wax, y el Crackle Glace; que lo dice el dueño de la tienda y yo le he hecho caso vaya a ser que por un producto más o un producto menos vayamos a liarla.

Cuando entraba en mi habitación pensando en la reinserción de los muebles recién pintados me he quedado mirando mis maniquíes de madera para dibujo, encarcelados en la jaula de mi fallecido agapornis, pensando algo que me dijo mi madre cuando entró en mi cuarto y se encontró con semejante cuadro ayer sábado; Que parecía una escultura digna de exponerse en ARCO Y que qué pena el no vivir en Madrid o en Manhattan para exponer mis muñecos de madera encarcelados en una jaula de pájaro en una galería de arte contemporáneo y tener facilidad para ligar y enamorarme en una primera cita con gente elegante, guapa y sofisticada.

Y esta noche, regresando de sacar a mi perro a la calle para que hiciera sus últimas necesidades, al encontrarme con el comienzo de Semana santa en mi barrio he tardado tres cuartos de hora en lo que normalmente me lleva un solo minuto. He maldecido la hora en la que me vine a vivir al centro histórico y pensé que iba a morir en el trayecto.

Entonces he imaginado mi muerte, cruzando la carretera, recién caída la noche atropellada por un camión cargada de electrodomésticos de fabricación alemana. Entonces veo como un enorme rayo de luz blanca entra por mi cabeza arrastrando todos los males, los bienes, mis vísceras y tus recuerdos fuera de mi cuerpo, y siento, tengo y soy la Paz. Pienso en mi muerte sintiendo que igual la merezco, por haberte deseado muerto en el hipotético caso de que me llamases para hacerme algún comentario que me hiciera odiar mi color favorito. Todo esto lo he imaginado y obviamente no ha ocurrido; pues este relato es autobiográfico, pero de no haberlo sido digo yo que no es un mal final al fin y al cabo.

Si me preguntases cómo estoy, te diría que bien; aunque se que no vas a preguntármelo porque has decidido no dar señales de vida. Que digo yo que ya podrías haberme bloqueado al menos por WhatsApp, no que tengo que ver a qué horas te has conectado y no has contestado porque no te ha dado la gana. Es posible que desde fuera parezca que estoy un poco perturbada, así que dejaré los muebles quietos y la meditación a parte el próximo fin de semana; me quitaré el pijama, me colocaré el chandal y saldré ha hacer deporte, pasear mi perro por la playa o seguir aprendiendo a tocar la guitarra.

Tan solo un domingo; Pero Domingo de Ramos. Hoy hace una semana desde que desapareciste de mi vida y en cambio lo último que querría es que también desaparecieras de mi mente. 
Musa de la Glíptica

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